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Aquello que me da plenitud

Se necesitan dos ideas para tener éxito en la vida, dos premisas que te salvarán de la ordinaria precariedad de la vida. No es que la vida sea ordinaria, la hacemos así porque funcionamos en modo piloto respondiendo directamente a nuestra educación. No es que la vida sea precaria, sino que aprendimos a vivirla de esa manera creyendo que construimos cumpliendo los objetivos de los demás, temerosos de quedarnos sin dinero, con miedo a perder el trabajo y las comodidades, sin saber que porque lo más fácil del mundo es morir uno no debe dejar de vivir. Para tener éxito hay que practicar y disfrutar.

La anécdota. Viajábamos en auto con mi esposa cuando, en Santa Fe, pasando frente al lago camino a Paraná, observamos a una muchacha haciendo ejercicios. La sorpresa fue que a las cuatro de la tarde de un sábado, una mujer hacía ejercicios casi sola. Se preparaba para comenzar a correr o caminar o terminaba ya su rutina, no lo sé. Era un día fresco. Mi esposa comentó en detrimento de dicha actividad. Una oración típica, algo así como: “que locura salir a estas hora a correr”. Fue en ese momento que me reformulé la cuestión con una pregunta sobre el placer o no de hacer ejercicios.

Cuando hablo de placer no hablo de la satisfacción momentánea, simplemente física, sino de la alegría o la felicidad que puede producir una actividad en la persona que la practica. Ejercitarse un sábado puede ser un sacrificio por mantener la figura o un estado físico para una carrera y eso puede implicar en aquella mujer un dolor inmenso, quizás prefería estar en otro lugar, pero, es el único día libre que tiene en la semana, mientras el esposo cuida de los hijos, con los que desearía estar... O puede ser un momento de plenitud, de satisfacción, de alegría, que aunque tenga sacrificios, estos se remiten a un sentido de la persona. Puede no pensar en otro lugar más que ahí, sin desmerecer a los que más quiere.

¿Quién marca la diferencia? Yo seguro que no. Sólo ella, la muchacha que practica el deporte un sábado a las cuatro de la tarde.

Ahora entro yo y me pregunto: ¿Qué hago por aquello que me brinda esa plenitud espiritual? porque es la satisfacción del alma, de esa capacidad del hombre que trasciende los límites de las condiciones, que está pleno de sentido y por eso motiva a trabajar aun cuando para otros pueda parecer parte del trabajo más duro e impuesto del mundo.

Y esbozo una sonrisa al pensar en mi respuesta: dibujo.


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